jueves, 19 de febrero de 2009

Técnicas avanzadas para espantar hombres

Conoces al hombre ideal, es guapo, divertido, culto, con una sonrisa espectacular y sumamente caballeroso y cual cuento de hadas, se siente atraído por tu linda personita. Seguramente cualquier mujer NORMAL haría lo posible por quedarse a su lado, por conquistarlo, pero siempre hay gente rara (ejem, ejem) que nació para llevar la contraria.

Pláticas interminables por las noches, toda clase de piropos, mensajitos al cel cada hora (ok, ok, cada 15 minutos) y un par de invitaciones a salir. La primera cita pasé por el, ¿para que dejar que derroche caballerosidad si se trata de espantarlo?, lo lleve a cenar (comida exótica evidentemente), pedí un platillo poco común (raro pues) y lo hice probarlo, el pobre solo atinó a decir “no está tan mal”. Tras una amena plática, migramos a un bar cercano (ese donde el barman conoce todas mis tristezas) y me encargué de elegir los tragos sin proporcionar descripción o explicación alguna. Para ese entonces, entre la plática, el drink misterioso y el hecho de que la gente del bar me conociera TAN bien, ya había causado cierta cara de miedo, pero esta Princess pensó que aún no era suficiente.

Salimos del bar, él juraba que íbamos de regreso a su casa, ¡iluso! Estacioné el coche y le dije que aún faltaba algo que hacer. Obedientemente se bajó del auto y caminamos por Reforma (en jueves, a la 2 AM). Lo tomé de la mano y corrimos hacia la glorieta del ángel de la Independencia. Le conté el porqué de mi afición a dicha escultura, de cómo me gustaba el Paseo de la Reforma y de lo mucho que disfrutaba estar parada ahí, contemplando la locura de esta ciudad. Finalmente partimos y lo llevé de regreso a su casa.

Ya se, hasta este punto las cosas suenan raras pero no tan pior, peeeeeero (siempre hay un pero en la vida), créanme cuando digo que en esta ocasión me esmeré en hacerlo correr pa’l otro lado. Me buscó, lo busqué, me confesó que le gustaba (aún con el miedo que le infundía), le dije que el sentimiento era mutuo, quedamos en darnos la oportunidad de conocernos y ver que se daba. Unos días después tomé un par de copas de vino con mis amigas (un par de copas = 5 botellas entre 4 personas, 1 ¼ botellas por persona) y con tanta alegría corriendo por mis venas, pensé que él estaría ansioso por recibir una llamada mía a las 3 de la mañana (si, claro, ¿por qué no?). Marqué, contestó y las palabras que salieron de mi boca (sin pasar por el filtro mental de la reflexión) fueron “quiero hacerlo contigo”. Se quedó callado por un instante y antes de que pudiera responderme, le dije (con toda la honestidad de mi ser) que eso de conocernos no estaba padre, que mejor fuéramos al grano y ya, para que perder el tiempo en cosas que ni el ni yo queríamos (auch!). Se tardó en procesarlo. Unos días después aceptó la propuesta y desde entonces, edité su contacto en mi celular y ahora en vez de su nombre, aparece la siguiente leyenda: Do not answer, Do not call. Creo y sólo creo, que soy una experta en esto de espantar al sexo opuesto.

La frase del día (a modo de tantra): No debo hacer llamadas mientras corra alcohol por mis venas!

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